Espacio para pensar(nos) gremial y pedagogicamente desde Seguí y en nuestro quehacer cotidiano como Docentes y Estudiantes.

viernes, 16 de noviembre de 2012

El anciano gran mago - Por Javier Villafañe

   
    El Gran Mago -un anciano de barba fosforecente- huía por pequeños magos. A un lado estaban las montañas; al otro lado, el mar. El Gran Mago trazó una raya en la arena para detener a los pequeños magos que lo perseguían. Y cuando los pequeños magos llegaron a la raya que el Gran Mago había trazado en la arena se detuvieron. No podían pasar. Entonces los pequeños magos hicieron caballos de arena para saltar la raya y alcanzar al Gran Mago. Los pequeños magos montaron los caballos y galopando entraron en el mar. Los caballos volvieron a ser arena y se ahogaron los pequeños magos.
     El Gran Mago hizo un caballo de arena. Un hermoso caballo. Lo montó y regresó mirando las montañas y el mar. Cuando el Gran Mago se apeó del caballo, el caballo le preguntó:
    -¿Volveré a ser arena?
    -No -respondió el Gran Mago.
    El caballo sintió hambre y sed. Después se quedó dormido, parado sobre sus cuatro patas.


Taller del Viernes 16 de noviembre/2012

Hoy preparamos con los chicos, ilustrándolo, un Cuaderno de lectura para llevar a la Escuela 61 a propósito de lo sucedido hace unas semanas... Las palabras de abajo irán con él.


¿Por qué les damos esto?

Hoy teníamos que hablar con los chicos sobre lo que ocurrió en la Escuela 61. Sobre aquel incendio.
Y mientras lo hacíamos la única respuesta que salió fue que no entendían por qué había pasado. Así que tanto Aracelí como yo les dijimos que nosotros tampoco entendíamos lo que sucedió. Que no le encontrábamos sentido. Y es en esa perdida de sentido donde radica nuestro dolor ante lo sucedido. Entonces sí nos toco hablar con los niños acerca de qué es construir sentido.
Leer, dijimos allí, es buscar sentido. Construimos mundos en este mundo -eso es la ficción- Y cuando nos duele algo, nos sentimos impotentes ante algo es porque no encontramos en ello sentido. Es cuando como tanto Araceli y yo nos preguntábamos qué sentido tiene lo que ocurrió. Es lo mismo que nos decían los gurises hoy.
Por eso, porque leer es reparador, acercamos hoy estas lecturas como el gesto de apoyo de nuestro Taller. Pero queremos insistir en que la lectura no es un acto de olvido, de evasión. En ella hay -al decir de una estudiosa de estos temas como Michèle Petit- "algo que puede ir mucho más allá del olvido temporal de las penas". Algo que, en un hospital por ejemplo, tiene que ver con el sentido de la vida, con mantener la dignidad, con mantener la humanidad".
Es decir, en una lectura, en el acto de leer un cuento, ponemos en juego la construcción de sentido de nosotros mismos como sujetos. Y por eso, porque entendemos que los docentes y niños de la 61 son personas, son sujetos, que por este hecho se han visto heridos de alguna manera, es que queremos acercar estas lecturas como forma de reparación.

Kevin,
por el Taller Literario Infantil "Pájaros en la cabeza"
Noviembre 2012

Taller del viernes 2 de noviembre/2012

A partir de imágenes creamos cuentos. Las historias nacieron a partir de sus ilustraciones y así volvimos a esa vieja costumbre de escribir. Aquí los cuentos de los niños.

El sultán malo

El sultán es muy malo y gruñón. Insultaba a las personas pobres, los manda al calabozo de su reino. Luego se escaparon todos los pobres. Algunos se murieron por sed, hambre y enfermedad. El sultán los buscó y los buscó. Y se enfermó y los manda a sus sirvientes. Ahí donde se fueron, había un virus, se enfermaron y murieron todos. Solo quedó uno llamado Alexis, pero después se  murió. Pero estaba contento por su sabio y se buscó una novia y se casaron y tuvieron muchos hijos que fueron a la escuela felices de crecer sanos y saludables.

Martina.-

Los esqueletos

Hace 18 años, un chico llamado Kevin chocó y estaba grave. Sus padres, llamados Viviana y Mario, estaban preocupados, etc.
Kevin se murió.
Pasaron muchos años, se reencarnó en un bebé que se llamó Luca. Sus padres estaban preocupados y su hermana Candela también estaba preocupado porque cuando tenía 8 años hablaba igual que Kevin.
Narella.-

[Sin titulo]

Un barco que se llamaba Neptuno, que era un barco pirata y su tripulación era muy mala: mataba a los peces del mar.

Hasta que un día se dió vuelta, y se fueron a la orilla y encontraron un tesoro que era la amistad. 
Alejandrina.-



Una historia más abundante
Había una vez unos niños que vivían a la orilla del mar. Su madre se llamaba Narrella, era: sincera, buena y linda. Y su padre se llama Tadeo, era: bueno, lindo y cariñoso. Y sus dos hijos se llamaban Abril y Mouche. Siempre iban a nadar. Hasta que un dúa vieron un barco, y en el unas personas. Decidieron entrar al barco, los piratas se sorprendieron. Los invitaron un rato, luego se fueron, le contaron a sus padres. Al día siguiente fueron al barco, se divirtieron y van seguido y vivieron felices.
Candela.-

Una historia de mares
Había una vez unos hombres rana que vivían en el aire libre como todos los humanos. Hasta que un día ellos se cayeron al agua. Ellos quisieron salir y como no podían se tuvieron que quedar ahí a vivir para siempre. Se tuvieron que construir casas para vivir ahí y se tuvieron que quedar a vivir con los tiburones, sirenas, ballenas, delfines, pulpos, estrellas de mar, rayas, peces, medusas. A ellos no les gustaba vivir allí, pero era lo que había y no se podía cambiar.
Abril.-

[Sin titulo]
Había una vez un reino que era muy, muy grande. Un día vino un nuevo rey y no lo querían porque era muy, muy malo. Y un día se fueron a tirar piedras al castillo diciendo no te queremos, queremos otro rey que nos comprenda.
María.-

Las hadas que entran en sueños / Cecilia Pisos




Las hadas que entran en los sueños
llevan
pequeños cuchillos
de papel plateado,
vendas de agua oscura
y pastillas de viento.
Con el agua,
te vendan
lo que miras.
La pastilla de viento
va en tu boca
para que soples
lo que sueñas
y ellas se corten
pedacitos
de lluvia azul,
de tigres a lunares
y todas esas cosas imposibles
que quedan sueltas
cuando estás dormido.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Repudio

Cada vez que alguien piense que está llegando el fin del mundo sólo tiene que abrir los ojos de mirar bien. Los ojos grandes de mirar lejos. Y no creer en tonteras. Pero eso no es nada fácil.

Amor de dragón, Gustavo Roldán

Ante los hechos de vandalismo efectuados en la madrugada de anoche en las instalaciones de la Escuela Pública N° 61 Facundo Zuviría, nuestra escuela pública, queremos expresar desde nuestro pequeño lugar nuestro más sincero repudio. 
Como docentes y estudiantes de este pueblo, creemos que la defensa y fortalecimiento de la Escuela Pública es tarea de todos. Debemos tomar conciencia de un hecho que no podemos aislar y que debemos pensar necesariamente en el marco de nuestra comunidad. No debemos, como pueblo, soportar que este tipo de hechos sucedan.
Exigimos además el pronto y efectivo esclarecimiento de los hechos así como convocamos a toda la comunidad a organizarnos en pos de ayudar a la Escuela a reponerse de este mal momento.
Queremos dejar en claro también que un edificio puede ser incendiado, pero el espiritu de la educacion pública está hecho a fuerza de luchas y resistencias por lo que la educación pública seguirá siendo igual de fuerte en nuestro pueblo que el día de ayer. "Aunque sea abajo de un árbol, yo daré clases" ha dicho una docente en estos días, y a su esfuerzo y convicción adherimos. 
Por último, creemos que como comunidad seguiense nos debemos la tarea pedagógica y moral de explicarles a nuestros niños por qué la comunidad en que vivimos es capaz de producir hechos de este tipo. 
A esa tarea nos abocaremos, repitiendo nuestro repudio ante este hecho, acompañamiento a la institución escolar y defensa irrenunciable de la escuela pública.
¡Escuela Pública Siempre!

Firman:
-Taller Literario Infantil "Pájaros en la cabeza"
-Agmer Crespo-Seguí

domingo, 4 de noviembre de 2012

La guerra de los cien años - Graciela Montes


El País de los Gorras Azules y el País de los Gorras Rojas no se llevaban nada bien. Es más: se llevaban mal, muy mal, tan mal se llevaban que entraron en guerra.
-¡Mueran los Gorras Rojas! -gritó el presidente de los Gorras Azules parado en un banquito.
-¡Mueran los Gorras Azules! -gritó el primer ministro de los Gorras Rojas desde lo alto de una escalera.
-¡Guerra! ¡Guerra! -aullaron los dos y sus voces resonaron por todo el mundo.
El presidente de los Gorras Azules y el primer ministro de los Gorras Rojas juntaron sus armas: tanques inmensos, misiles veloces, portaviones como ciudades, bombas, metralletas, granadas, morteros, balas redondas, balas afinadas. Los armamentos se fueron acumulando a las puertas de las dos ciudades y todos se prepararon para una guerra.
-Sólo faltan los soldados -dijo el presidente de los Gorras Azules.
-Los soldados son lo único que falta -dijo el primer ministro de los Gorras Rojas.
Entonces el presidente de los Gorras Azules y el primer ministro de los Gorras Rojas pronunciaron muchísimos discursos.
-¡Muchachos! ¡Mis valientes! -decían. -¡Vamos a la guerra!
Pero los muchachos del País de los Gorras Azules estaban cosechando el trigo, o cambiándole el aceite a los autos, o tocando la guitarra, o juntando flores para regalárselas a la chica mas linda.
Y los muchachos del País de los Gorras Rojas estaban cosechando maíz, o desarmando una radio, o bailando rock, o mirando el cielo para ver caer una estrella.
-¡Muchachos! ¡Mis valientes! ¡Vamos a la guerra! -insistían el presidente de los Gorras Azules y el primer ministro de los Gorras Rojas. -¡Démosle su merecido al enemigo! ¡Destruyámoslo! ¡Aplastémoslo! ¡Hundámoslo! ¡Reventémoslo!
Y todos los televisores de los dos países retumbaban con esas palabras. Y en todas las esquinas de las dos ciudades había carteles con un dedo acusador que decían "Muchachos. Mis valientes. ¡Vamos a la guerra!". Pero los muchachos seguían cosechando y bailando y cantando y juntando flores y mirando el aire.
Entonces el presidente de los Gorras Azules y el primer ministro de los Gorras Rojas sonrieron en los televisores y les prometieron medallas brillantes a los que quisiesen ir a la guerra. Y después rugieron y amenazaron con mandar a la cárcel a los que no quisiesen ir. Y ni aún así hubo soldados suficientes.
Pero las guerras no esperan. Así que el pequeño ejército de los Gorras Azules -tan pequeño que los dedos de una mano y un pie alcanzarían para contar sus soldados- se puso en marcha hacia el País de los Gorras Rojas. Los dos ejércitos marcharon, uno contra el otro. Atravesaron pantanos, llanuras inmensas, bosques tupidos y cadenas de montañas tan altas que trepaban más que las nubes. A veces creían divisar al enemigo a lo lejos y el general daba la orden: "¡Apunten! ¡Fuego!", pero no era el enemigo; era un tren de carga, o un ñandú que corría a lo loco, o una bandada de pájaros que levantaba vuelo. El enemigo estaba, mientras tanto, a muchísimos kilómetros de allí, gritando: "¡Apunten! ¡Fuego!" y gastando sus balas en lo que le había parecido un ejército y que en realidad no era más que una nube baja o una parva de pasto.
Hace años que caminan y se buscan. Y siguen caminando y buscándose todavía. Son dos países muy grandes y dos ejércitos demasiado pequeños. Lo más probable es que no se encuentren sino por casualidad y al cabo de cien años. Eso al menos es lo que calculan los científicos. Y, para cuando se encuentren, los hombres estarán demasiado viejos, y los tanques, los misiles, las metralletas, las bombas, los morteros y las balas, muy pero muy oxidados.

El árbol de lilas - María Teresa Andruetto



UNO

     Él se sentó a esperar bajo la sombra de un árbol florecido de lilas.

     Pasó un señor rico y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de trabajar y hacer dinero?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.

     Pasó una mujer hermosa y le preguntó: ¿Qué hace sentado bajo este árbol, en vez de conquistarme?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.


     Pasó un niño y le preguntó: ¿Qué hace Usted, señor, sentado bajo este árbol, en vez de jugar?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.

     Pasó la madre y le preguntó: ¿Qué hace este hijo mío, sentado bajo un árbol, en vez de ser feliz?
     Y el hombre le contestó:
     Espero.


DOS
     Ella salió de su casa.
     Cruzó la calle, atravesó la plaza y pasó junto al árbol florecido de lilas.
     Miró rápidamente al hombre.
     Al árbol.
     Pero no se detuvo.
     Había salido a buscar, y tenía prisa.

     El la vio pasar,
     alejarse,
     volverse pequeña,
     desaparecer.
     Y se quedó mirando el suelo nevado de lilas.

     Ella fue por el mundo a buscar.
     Por el mundo entero.

     En el Este había un hombre con las manos de seda.
Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     Lo siento, pero no,
dijo el hombre con las manos de seda.
     Y se marchó.

     En el Norte había un hombre con los ojos de agua.
Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     No lo creo, me voy,
dijo el hombre con los ojos de agua.
     Y se marchó.

     En el Oeste había un hombre con los pies de alas.
Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     Te esperaba hace tiempo, ahora no,
dijo el hombre con los pies de alas.
     Y se marchó.

     En el Sur había un hombre con la voz quebrada.
Ella preguntó:
     ¿Sos el que busco?
     No, no soy yo,
dijo el hombre con la voz quebrada.
     Y se marchó.

TRES


     Ella siguió por el mundo buscando, por el mundo entero.
     Una tarde, subiendo una cuesta, encontró a una gitana.
     La gitana la miró y le dijo:
     El que buscas espera, bajo un árbol, en una plaza.

     Ella recordó al hombre con los ojos de agua, al que tenía las manos de seda, al de los pies de alas y al que tenía la voz quebrada.
     Y después se acordó de una plaza, de un árbol que tenía flores lilas, y del hombre que estaba sentado a su sombra.

     Entonces se volvió sobre sus pasos, bajó la cuesta, y atravesó el mundo. El mundo entero.
     Llegó a su pueblo, cruzó la plaza, caminó hasta el árbol y le preguntó al hombre que estaba sentado a su sombra:
     ¿Qué hacés aquí, sentado bajo este árbol?

     Y el hombre dijo con la voz quebrada:
    Te espero.
     Después él levantó la cabeza y ella vio que tenía los ojos de agua,
    la acarició y ella supo que tenía las manos de seda,
    la llevó a volar y ella supo que tenía también los pies de alas.


Ilustraciones de  Liliana Mendéz

Como si el ruido pudiera molestar - Gustavo Roldán


Fue como si el viento hubiera comenzado a traer las penas. Y de repente todos los animales se enteraron de la noticia. Abrieron muy grandes los ojos y la boca, y se quedaron con la boca abierta, sin saber qué decir.
Es que no había nada que decir.
Las nubes que trajo el viento taparon el sol. Y el viento se quedó quieto, dejó de ser viento y fue un murmullo entre las hojas, dejó de ser murmullo y apenas fue una palabra que corrió de boca en boca hasta que se perdió en la distancia.
Ahora todos lo sabían: el viejo tatú estaba a punto de morir.
Por eso los animales lo rodeaban, cuidándolo, pero sin saber qué hacer.
—Es que no hay nada que hacer —dijo el tatú con una voz que apenas se oía—. Además, me parece que ya era hora.
Muchos hijos y muchísimos nietos tatucitos miraban con una tristeza larga en los ojos.
—¡Pero, don tatú, no puede ser! —dijo el piojo—, si hasta ayer nomás nos contaba todas las cosas que le hizo al tigre.
—¿Se acuerda de las veces que lo embromó al zorro?
—¿Y de las aventuras que tuvo con don sapo?
—¡Y cómo se reía con las mentiras del sapo!
Varios quirquinchos, corzuelas y monos muy chicos, que no habían oído hablar de la muerte, miraban sin entender.
—¡Eh, don sapo! —dijo en voz baja un monito—. ¿Qué le pasa a don tatú? ¿Por qué mi papá dice que se va a morir?
—Vamos, chicos —dijo el sapo—, vamos hasta el río, yo les voy a contar.
Y un montón de quirquinchos, corzuelas y monitos lo sigueron hasta la orilla del río, para que el sapo les dijera qué era eso de la muerte.
Y les contó que todos los animales viven y mueren. Que eso pasaba siempre, y que la muerte, cuando llega a su debido tiempo, no era una cosa mala.
—Pero don sapo —preguntó una corzuela—, ¿entonces no vamos a jugar más con don tatú?
—No. No vamos a jugar más.
—¿Y él no está triste?
—Para nada. ¿Y saben por qué?
—No, don sapo, no sabemos...
—No está triste porque jugó mucho, porque jugó todos los juegos. Por eso se va contento.
—Claro —dijo el piojo—. ¡Cómo jugaba!
—¡Pero tampoco va a pelear más con el tigre!
—No, pero ya peleó todo lo que podía. Nunca lo dejó descansar tranquilo al tigre. También por eso se va contento.
—¡Cierto! —dijo el piojo—. ¡Cómo peleaba!
—Y además, siempre anduvo enamorado. También es muy importante querer mucho.
—¡Él sí que se divertía con sus cuentos, don sapo! —dijo la iguana.
—¡Como para que no! Si más de una historia la inventamos juntos, y por eso se va contento, porque le gustaba divertirse y se divirtió mucho.
—Cierto —dijo el piojo—. ¡Cómo se divertía!
—Pero nosotros vamos a quedar tristes, don sapo.
—Un poquito sí, pero... —la voz le quedó en la garganta y los ojos se le mojaron al sapo —. Bueno, mejor vamos a saludarlo por última vez.
—¿Qué está pasando que hay tanto silencio? —preguntó el tatú con esa voz que apenas se oía—. Creo que ya se me acabó la cuerda. ¿Me ayudan a meterme en la cueva?
Al piojo, que estaba en la cabeza del ñandú, se le cayó una lágrima, pero era tan chiquita que nadie se dio cuenta.
El tatú miró para todos lados, después bajó la cabeza, cerró los ojos, y murió.
Muchos ojos se mojaron, muchos dientes se apretaron, por muchos cuerpos pasó un escalofrío.
Todos sintieron que los oprimía una piedra muy grande.
Nadie dijo nada.
Sin hacer ruido, como si el ruido pudiera molestar, los animales se fueron alejando.
El viento sopló y sopló, y comenzó a llevarse las penas. Sopló y sopló, y las nubes se abrieron para que el sol se pusiera a pintar las flores. El viento hizo ruido con las hojas de los árboles y silbó entre los pastos secos.
—¿Se acuerdan —dijo el sapo— cuando hizo el trato con el zorro para sembar maíz?

Nueva edición Revista Mural



Esta semana los niños del Taller andarán por el pueblo pegando nuestra revista Mural. Agradecemos a Agmer Paraná, en la persona de Nacho Gonzalez Lowy y Claudio Puntel, por la mano que nos dieron para realizar esta segunda edición. 

"Todas las palabras para todos, para que nadie sea esclavo" (G.R.)