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viernes, 21 de septiembre de 2012

Cuento de la polla - Laura Devetach

Érase que se era una pollita un poco qué-sé-yo.
Un día le dieron ganas de salir a dar una vuelta por ahí, a ver qué había de nuevo. Pero...
-¡Uy! -dijo-. Si me voy no me quedo, y sí me quedo no me voy. ¡Qué se yo!
Picoteó tres yuyos mientras pensaba. Uno más largo, uno más cortito, y otro que parecía un rulo.
Y decidió irse nomás.
Para eso tuvo ganas de pintarse el pico con la fruta de la tuna que ya estaba del color de la puesta de solo. Pero..
-¡Uy! -dijo-. Si me pinto me va a quedar el pico todo colorado, y si no me pinto voy a quedar toda paliducha como siempre. ¡Qué se yo! -pensó mientras miraba fijo fijo un agujerito del suelo.
Y eligió pintarse.
Buscó hasta que encontró una tuna que parecía una luz roja allá arriba en su tunal.
-¡Uy! -dijo-. Si la bajo tengo que saltar como una rana, y si no la bajo la tuna quedará allá, tan campante. ¡Qué sé yo! Se puso a sacudir margaritas mientras pensaba y eligió saltar, bajar la tuna y pintarse el pico de colorado.
Después quiso arreglarse un poco las plumas, pero para eso tenía que esperar el viento, que era su modista y tintorero.
-¿Uy! -dijo-. Si lo espero voy a tener las plumas fluflú, y si no lo espero seguirán todas lisas en su lugar. ¡Qué sé yo!
Eligió esperar al viento.
Cuando llegó, vaya a saber de dónde, la polla cerró los ojos y levantó el pico para que el viento la cepillara un poco y, con un toquecito aquí y otro allá, le dejara las plumas bien fluflú.
Después tuvo ganas de mirarse en un charco.
-¡Uy! -dijo-. Si me miro sabré cómo estoy de buena moza, y si no, no. ¡Qué sé yo!
Eligió mirarse, y se gustó mucho en el agua chispeante de sol.
Ya estaba estirando la patita para irse por el camino verde requeteverde cuando, tuit, tuit, le chifló la panza porque tenía hambre de un grano de maiz.
-Quiero un grano muy pupipu -dijo-. Pero ¡uy!, si como un maíz no me voy enseguida, y si no lo como la pancita seguirá haciendo tuit tuit. ¡Qué sé yo!
Y eligió buscar un grano de maíz para comérselo.
Empezó a caminar toda durita, porque si no, le parecía que se le iba a despintar el pico.
-¡Qué grano tan pupipu! -dijo la polla abriendo apenas el pico para que no se le despintara.
Después se quedó parada en medio del camino verde requeteverde diciendo:
-¡Uy! Si pico, me ensucio el pico. Si no pico, pierdo mi grano. ¿Pico o no pico?
Y ahí se quedó la polla plantada, déle que sí, déle que no.
Y si sé comió el grano pupipu o no se lo comió, la verdad de las cosas... ¡Qué sé yo!


Las ilustraciones pertenecen a Eleonora Arroyo

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